«En otra ocasión, cuando Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante se le quitó la lepra.»
—Lucas 5:12-13
Literalmente podría predicar prácticamente el Evangelio entero tan sólo de estos dos versículos, porque se ve TAN claro, que se ilustra por sí solo.
Jesús te acepta, la pregunta es; ¿tú le aceptas a Él?
Jesús sieeempre estaba rodeado de mucha gente, muchos de ellos considerados escoria por la sociedad. Este es solo un ejemplo más de ello.
Os pongo en contexto: los leprosos estaban totalmente marginados de la sociedad, apartados y aislados de todos. Vivían fuera de las ciudades hasta que se sanaran o muriesen, nadie los tocaba porque eran considerados impuros, se pensaba que su condición era a causa de sus pecados, que estaban malditos y que Dios les había dado la espalda. Inclusive los líderes religiosos los trataban y consideraban de esa manera.
Me imagino a este pobre hombre, con miedo, acercándose a Jesús después de haber oído y visto lo que hacía y decía; diciéndole: "Señor, si quieres, puedes limpiarme.”
"Si quieres" denota duda, porque nadie quería ni se había interesado por él nunca y aún viendo y sabiendo todo lo que Jesús hacía, llegó a creer todas esas mentiras y engaños que la gente le había dicho durante toda su vida sobre él y sobre cómo Dios lo veía.
Seguro que a lo largo de toda su vida se había sentido inferior, diferente, despreciado, insuficiente, dolido, apartado, incomprendido, no escuchado.. como muchos de nosotros nos sentimos o hemos sentido alguna vez.
Pero Jesús…
En ningún momento le mira con desdén, ni lo repugna ni aparta de sí, no le trató como todos los demás lo habían hecho hasta ese momento. Sino que sintiendo compasión de él y el dolor en sus palabras; por primera vez recibe una mirada de cariño y no de asco, miedo o desprecio y Jesús le contesta: "Sí, quiero. Queda limpio."
Quiero hacer una pausa aquí y dirigirme a dos grupos de personas:
• El primer grupo son todos aquellos que creen que no son lo suficientemente dignos para que Dios los acepte, los que piensan que su pasado es demasiado oscuro y son muchos sus errores, faltas y pecados.
• El segundo grupo lo conforman todos a los que se les ha dicho y hecho creer que Dios los ve con los mismos ojos que los demás veían al leproso. Muchas veces siendo la propia iglesia la culpable y causante de esto —como ya pasaba en tiempos de Jesús—.
Puede que tú pertenezcas a uno de estos dos grupos; alguien que siempre ha pensado que no puede acercarse a Dios y que Él jamás podría aceptarle por quién es o quién ha sido, o tal vez seas alguien a quién le han hecho creer que Dios lo rechaza.
Pero déjame decirte, lo que a los demás les da asco y no se atreven a tocar a Dios no le perturba y lo puede transformar. No tengas miedo, puedes venir con toda la lepra que tengas. Dios no va a condenarte, va a transformarte.
Esto deriva a otro aspecto muy importante…
¿En quién tienes puesta tu atención?
Es cierto, en múltiples ocasiones ha sido la iglesia, los que decían seguir y representar a Dios los que han hecho estás cosas en su nombre y lo han machado haciéndonos perder la esperanza. Muchas personas han crecido pensando que son una abominación para Dios quizás por su orientación sexual pero el mensaje del Evangelio es otro totalmente.
Ven tal cómo eres. El punto del Evangelio es que Él murió por nosotros cuando nosotros no éramos merecedores de ese sacrificio. Es decir, Dios te aceptó ya hace mucho, antes de que tú siquiera te lo plantearas; con tus virtudes y tus defectos, con tus errores y tus aciertos, con tus impulsos y tus miedos, con tus inseguridades y tus fortalezas… con lo más profundo de ti que nadie sabe. Así que, si antes de aceptarle y en medio de nuestro desastre, de nuestra rebelión, de nuestra inmundicia, de nuestro rechazo, de nuestros deseos torcidos, perversos y egoístas y nuestra decadencia moral se entregó y nos amó. Hoy podemos estar seguros de que podemos venir a Él tranquilos como lo que somos y no cómo lo que no somos todavía.
Siempre fuistes tú, siempre fue tu salvación.
Deja de preguntarte y dudar si Dios te acepta o no, deja de pensar que el te rechaza por tu condición, tu ideología, tu pasado o tu presente.
Deja de fijar tu mirada y tu atención en los hombres. Los humanos como humanos que somos estamos sujetos a poder fallar y ciertamente a lo largo de la historia hemos cometido verdaderas barbaridades. Y eso no exime ni excluye a la iglesia porque la iglesia también la conformamos personas y muchas personas han hecho cosas en nombre de Dios que nada tenían que ver con Él ni su Palabra. Pero también son otros muchos los que sacrifican sus vidas por llevar su Palabra, los que le siguen en verdad y espíritu, los que guardan sus mandamientos, enseñan y demuestran su amor día a día.
No esperes personas ni iglesias perfectas, espera un Dios perfecto.
No te apartes ni alejes de Él por causa de los hombres porque entonces a quién estabas siguiendo era a las personas, no a Dios.
Dios no te ve con ojos diferentes.
NO es quien más va a la iglesia el que más salvo o santo es, sino el que más lo busca; el que se acerca a Él.
Yo no presumo de ser mejor ni peor que nadie, tú tampoco eres menos ni más que nadie. Todos tenemos cosas que cambiar y para Dios no hay pecados mayores ni menores, sino que todos son igual de ofensivos ante su Santidad.
«Ya sabéis que se dijo a los antepasados: No mates; el que mate, será llevado a juicio. Pero yo os digo: El que se enemiste con su hermano, será llevado a juicio; el que lo insulte será llevado ante el Consejo Supremo, y el que lo injurie gravemente se hará merecedor del fuego de la gehena. Sabéis que se dijo: No cometas adulterio. Pero yo os digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón.»
— Mateo 5:21-22, 27-28
Dios está a un nivel que es imposible de alcanzar para nosotros. Él no mide de la misma forma que nosotros; a veces creemos que somos buenas personas cuando sólo estamos siendo justos.
Nos gusta mucho decir que Dios es bueno y es amor, parece que se nos olvida que también es Santo y justo y que por tanto, debe hacer justicia de todo acto y que a menos que nos volvamos a Él nuestro propio pecado nos condena y sentencia.
«Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.»
— Hechos 17:30
PERO TRANQUILO. Dios ha provisto una salida a nuestra transgresión. En nuestra libertad decidimos vivir sin tener en cuenta a Dios y hacer las cosas a nuestra manera, de ello hemos obtenido guerras, corrupción, muerte, hambre, egoísmo y un largo etc. No puede obligarnos a aceptarle porque nos ha hecho libres y con capacidad de pensamiento y decisión propia pero el pecado implica muerte y separación eterna de Dios…
Él sabe que no somos capaces de hacer y cumplir todo lo que demanda, seguir y guardar sus preceptos en perfectas condiciones y llegar al estándar moral a causa de la debilidad de nuestra carne. Este es el motivo por el que vino y tomó nuestro lugar; porque era el único que sí podía cumplir con todo ello y por tanto, sacrificarse en nuestro lugar para que nosotros pudiésemos quedar absueltos de nuestras propias consecuencias, hasta ahí llega su infinita bondad y misericordia.
«Por tanto, ya que ellos (los seres humanos) son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte.»
— Hebreos 2:14
Recibió el castigo por nuestras injurias en sí mismo para mostrar su justicia, restaurar nuestra relación, dar muerte al pecado que ocasiona corrupción en el mundo y en las personas y nos separa y aleja de Dios; y darnos el regalo de la vida eterna. Está en nosotros aceptarlo o no, creer o no, ser salvos o no.
Todos necesitamos que nos limpie y ser cambiados.
Para Él además, tampoco existen favoritos, a mi no me escucha más que a ti por pasar más tiempo en Su Presencia, más bien, yo le escucho más a Él por pasar más tiempo en Su Presencia.
La línea distancia la marcamos nosotros, no es Él quién se aleja.
Nos da libre albedrío porque el amor no se puede forzar, debe ser libre sino, sólo seríamos robots obedeciendo.
Nosotros decidimos:
«(…) Dios estará con vosotros mientras vosotros estéis con él; y si lo buscáis, se dejará encontrar; pero si lo abandonáis, también él os abandonará.»
— 2 Crónicas 15:2
«Por cuánto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (...)»
— Romanos 3:23-24
Nadie puede presentarse ante Dios perfecto porque nadie lo es. Jesús es quién nos perfecciona y comienza la obra de redención en nosotros cuando nos acercamos. Tal y como hizo con el leproso.
Quizás te han dicho que para venir a los pies de Jesús tienes que venir ya limpio pero aquí se ve claramente como no es así; Jesús fue quién lo restauró.
Déjame hacerte una pregunta para que lo entiendas, ¿a caso tu te bañas antes de ducharte? No, nadie hace eso, no tiene sentido.
Él llegó (el leproso) y se presentó ante Dios sin estar limpio, cayó rostro en tierra y le rogó. Es decir, reconoció Su soberanía y que no podía hacerlo por sí mismo, que se arrepentía y lo necesitaba. Porque esto es necesario, sin arrepentimiento es imposible ser transformado y quedar limpio, tienes que darte cuenta de que por más que has tratado y trates de limpiarte vuelves a ensuciarte; tienes que volverte de esos caminos que te ensucian y seguir los suyos que van descontaminándote.
Entiende. Da igual quién seas, lo que hayas hecho o por lo que estés pasando ahora mismo; la respuesta de Jesús para ti sigue siendo la misma: "Si, quiero."
Así que.. la conclusión sigue siendo la misma; Dios te acepta, ¿tú le aceptas a Él?
«Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Afirma el Señor.»
— Ezequiel 18:32
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