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Datos de la crucifixión de Jesús que han sido confirmados y desconocías.


1. La oscuridad que se formó tras la crucifixión de Jesús.


Esta oscuridad desde el mediodía hasta las tres de la tarde, es un acontecimiento asociado con la crucifixión que se menciona en los tres Evangelios canónicos y que hoy, meteorólogos, astrónomos y científicos se reúnen para comprobar si dicho evento ocurrió en esa zona hace dos mil años.


Dos científicos de la Universidad de Oxford, Colin J. Humphreys y W. G. Waddington, presentaron un estudio publicado en la revista científica Nature sobre los datos astronómicos que pudieron determinar con gran precisión el día y año de la crucifixión y muerte de Jesús, el cual indica que Jesús murió antes del ocaso de un viernes; el viernes 3 de abril del año 33 d.C.


En el periodo en que Poncio Pilatos fue Procurador de Judea, durante los años 26 al 36 de nuestra era y en el año XV de Tiberio, el 14 de Nisán aconteció en viernes los años 30 (7 de abril) y 33 (3 de abril).


En ambos casos la crucifixión ocurre el día antes de la Pascua y antes del sábado. La Última Cena no fue una comida pascual celebrada en la fecha oficial y Jesús murió en la cruz mientras los corderos pascuales eran sacrificados en la tarde del 14 de Nisán.


Según la narración del primer Evangelio mientras Jesús moría en la cruz hubo un periodo de tres horas de oscuridad:


«Más desde la hora sexta hasta la hora novens quedó toda la tierra cubierta de tinieblas.»
– Mateo 27:45

La profecía descrita en Joel 3:4 dice:

«El Sol se convertirá en tinieblas y la Luna en sangre antes de la llegada de aquel grande y espantoso día del Señor.»


Científicamente dicho evento se le atribuye a un fenómeno muy conocido de los eclipses lunares: la parte de la Luna inmersa en la sombra de la Tierra adquiere frecuentemente un color rojo por recibir luz refractada por la atmósfera terrestre, con características semejantes a la luz del amanecer o de la puesta de Sol. Y es entonces de una exactitud sorprendente, porque el 4 de Nisán del año 33, el 3 de abril de nuestro calendario, hubo un eclipse parcial de Luna visible en Jerusalén exactamente al salir la Luna mientras se ponía el Sol.


Solamente en el año 33 se dio esta coincidencia, de que el 14 de Nisán la Luna pascual apareciese eclipsada al observar su salida en Jerusalén, con un 20% de su disco de color rojizo. El eclipse se terminó media hora después, a las 18:50 horas aproximadamente de la tarde dejando la Luna llena en todo el esplendor que marca la Pascua.


Algunos historiadores y científicos creen que podría haber sido causado por “una tormenta de arena con huellas en los estratos de sedimentos'', por lo que se está llevando a cabo una investigación química sobre muestras de polvo que, según su posición, vendrían a corresponder a principios de siglo durante el mandato de Poncio Pilatos.


A este fenómeno se le conoce científicamente como viento Sharav:



La otra alternativa que sostienen otros científicos como ya hemos visto, es la de un eclipse lunar.

En estos eventos astronómicos nuestro satélite natural se tiñe de color "rojo sangre" y por lo visto, todo apunta a que el 3 de abril del 33 ocurrió un eclipse parcial de Luna, que según calcularon Humphreys y Waddington pudo ser justo en el momento en que la luna se alzó sobre el horizonte, por eso lo vieron con mayor espectacularidad.



"En definitiva, el objetivo de nuestra investigación era crear una serie histórica sismológica que ayudase a conocer mejor la actividad sísmica en esa región. Pero es evidente que al estudiar ese periodo concreto toda atención se ha centrado en esa fecha”, explica Achim Brauer, para quien las escrituras bíblicas “han demostrado una fidelidad histórica sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta que fueron escritas siglos después y que entonces no contaban con la tecnología que nos ayudase en la actualidad a dicha datación”.

La tecnología actual permite además conocer como fue el clima en aquella primavera del año 33. Los sedimentos nos hablan de una prolongada sequía. Pero son precisamente las fuentes históricas, sin duda, las que nos permiten dibujar una mapa mucho más amplio, en el que apreciamos con perspectiva todo el terremoto político, social y natural del momento que nos marcó el trágico instante de la muerte de Jesús.


Y no sólo eso, sino que también contamos con testimonios y escritos antiguos extra bíblicos y no cristianos –y por tanto, objetivos– que relatan este mismo suceso. En uno de los fragmentos supervivientes del historiador Julius Africanus del siglo III, Julius hace una referencia casual al historiador romano del primer siglo, Thallus.

Julio escribió:


"En todo el mundo hubo una oscuridad terrible, y las rocas se partieron por un terremoto, y muchos lugares en Judea y otros lugares quedaron destruidos. Thallus, en el tercer libro de sus historias, explica la oscuridad como un eclipse de Sol, lo cual me parece irrazonable".

Sexto Julio Africano rechaza la explicación de Thallus debido a que Jesús fue crucificado durante la Pascua, es decir, en el plenilunio de primavera. Por tanto, sabemos que es imposible que fuese provocado por un eclipse solar debido a que la Pascua judía coincide con luna llena y los eclipses solares no pueden darse en época de luna llena, sino que ocurren en luna nueva.


Lo que está claro es que, independientemente de la explicación errónea de Thallus (debido al desconocimiento científico de la época), tanto él como Julio Africano afirman y registran que hubieron una oscuridad impactante y fuera de lo común.


2. Terremoto.


Un reciente estudio geológico confirma aún más si cabe la datación del primer relato evangélico sobre la muerte de Jesús:


«Y al momento el velo del Templo se rasgó en dos partes de arriba abajo y la tierra tembló, y se partieron las piedras.»
– Mateo 27: 50-51

Este es el pasaje evangélico que la Organización Supersonic Geophysical considera haber probado, gracias a un estudio en el que se han cruzado y comparado los datos sísmicos registrados en los sedimentos de la zona del Mar Muerto con la información que contienen los Evangelios, junto a diversas observaciones astronómicas.


El Director de la investigación, J. Williams, explica que al estudiar la cronología de los terremotos ocurridos en la región quedó registrada en los sedimentos y pudo observar que “en la zona, situada a unos 13 kilómetros al sur de Jerusalén, sufrió un fuerte movimiento sísmico en el año 33 d. C. y cuyas características coinciden con el contenido del Capítulo 27 del citado Evangelio y con los años en que Poncio Pilatos fue Procurador de Judea y, por ende, asociado a la muerte de Jesús”.

Considerando los datos del calendario judío y los cálculos astronómicos ya expuestos surgen además un grupo de posibles fechas de las que el viernes 3 de abril del año 33 d. C. es, con diferencia, la mejor opción según los citados investigadores. La parte climática del estudio ha sido llevada a cabo por Markus Schwab y Achim Brauer, del Centro de Investigación Geológica de Alemania, con sede en Postdam.


Brauer advierte que “las pruebas utilizadas para la datación reservan un margen de error de cinco años y señala que también aparece registrado un terremoto en el año 31 de nuestra era que podría encajar con el relato bíblico, pero la datación de un segundo terremoto parece más ajustada y está acompañada además de indicios de otro signo que aparece en la Biblia y que también podrían haber dejado huellas geológicas”.


3. Agua y sangre brotaron del costado de Jesús.


Los azotes romanos que Jesús soportó antes de ser crucificado normalmente consistían en 39 latigazos, aunque podrían haber sido más (Marcos 15:15; Juan 19:1). El látigo que se usaba, llamado ''flagrum'', era de correas de cuero trenzadas con bolas de metal y trozos de hueso afilado entretejidos en las trenzas o entrelazados con ellas.


Las bolas añadían peso al látigo, causando profundos moretones cuando la víctima era golpeada. Los trozos de hueso servían para cortar la carne. Mientras los golpes continuaban, el resultado de los cortes era tan severo que los músculos del esqueleto, las venas subyacentes, los tendones y los intestinos de las víctimas quedaban expuestos.



Aquellos que eran azotados a menudo entraban en un shock hipovolémico, un término que se refiere al bajo volumen de sangre. En otras palabras, la persona habría perdido tanta sangre que entraría en shock.


Los resultados de esto serían:


1. El corazón se aceleraría para bombear la sangre que no estaba allí.


2. La víctima colapsaría o se desmayaría debido a la baja presión sanguínea.


3. Los riñones se detendrían para preservar los fluidos corporales.


4. La persona experimentaría una sed extrema ya que el cuerpo desea reponer los fluidos perdidos.


Hay evidencia en las Escrituras de que Jesús experimentó un shock hipovolémico como consecuencia de ser azotado. Cuando Jesús llevó su propia cruz al Gólgota (Juan 19:17), se desplomó, y un hombre llamado Simón se vio obligado a llevar la cruz o a ayudar a Jesús a llevar la cruz hasta el final de la colina (Mateo 27:32-33; Marcos 15:21-22; Lucas 23:26). Este colapso indica que Jesús tenía baja presión sanguínea.


Otro indicador de que Jesús sufrió un shock hipovolémico ha sido el hecho de que dijo que estaba sediento en el momento en que fue colgado en la cruz (Juan 19:28), indicando el deseo que tenía su cuerpo de reponer líquidos.


Antes de la muerte, los rápidos y continuos latidos del corazón causados por el shock hipovolémico también provocan que el líquido se acumule en la bolsa alrededor del corazón y de los pulmones. Esta acumulación de líquido en la membrana alrededor del corazón se llama derrame pericárdico, y el líquido que se acumula alrededor de los pulmones se llama derrame pleural.


Esto explica por qué, después de la muerte de Jesús y de que un soldado romano atravesara el costado de Jesús con una lanza, perforando tanto los pulmones como el corazón, salió sangre y agua de su costado tal y como Juan registró en su Evangelio (Juan 19:34).


4. Jesús sudó sangre.


«Es tal la angustia que me invade que me siento morir -les dijo-. Quedaos aquí y permaneced despiertos conmigo.»
– Mateo 26:38

«Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.»
– Lucas 22:44

La agonía de Jesús comenzó antes de sus arresto, en Getsemaní dónde se retiró a orar y sintió una gran aflicción, congoja, angustia, ansiedad, miedo y dolor a un nivel tan extremo y elevado que comenzó a sudar sangre.


El sangrado cutáneo mediante la sudoración es posible, médicamente se conoce este fenómeno con el nombre de hematidrosis.


La hematidrosis es causada pro la dilatación y contracción de los vasos sanguíneos hasta llegar a romperse, provocando hemorragias en la capa de la epidermis próxima a las glándulas sudoríparas; tras este proceso la sangre se mezcla con el sudor y sale por los poros de la piel.


Getsemaní, ubicado a los pies del Monte de los Olivos, en Jerusalén.


5. Jesús fue crucificado por las autoridades romanas y sepultado pro las judías


Jesús murió, es algo de lo que no queda duda hoy en día. Ningún académico se atreve a negarlo, tenemos mucha evidencia para ello.


De hecho, "The Journal Of The American Medical School Association", una revista científica médica muy conocida y de renombre, tiene una investigación acerca la muerte clínica de Jesús.



Su crucifixión fue corroborada incluso por historiadores no cristianos de la época:


"…Nerón culpó e inflingió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato..." – Tácito (117 d.C), en su obra; "Annales."

"Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio y atrajo hacia a Él a muchos judío. Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron." – Flavio Josefo (94 d.C), en su obra; "Antigüedades judías."


Los relatos de los Evangelios sobre su sepultura también encajan con los datos extra bíblicos:


• El Consejo Supremo de los judío, Sanedrín, era quién se encargaba de enterrar a los ajusticiados.


• José de Arimatea y Nicodemo se encargaron del cuerpo de Jesús, -ambos judíos importantes cercanos al Sanedrín–.


• Jesús fue enterrado en la tumba personal de José de Arimatea, en un lugar conocido por las autoridades.


¡PERO NO SÓLO ESO! También resucitó😏 Lee más sobre ello aquí




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